domingo, agosto 12, 2007

FLOPA - CCC - 10 DE AGOSTO DE 2007


ARTISTA, LUGAR

Apenas terminó el show de Gabo Ferro, tomé un taxi y fui a ver el recital que Flopa dio en el Centro Cultural de la Cooperación -CCC-, en Av. Corrientes 1543. Nunca había ido allí, y la verdad que, aunque una sala chica -creo que cincuenta personas no es un número inexacto, pero si vuelvo a ir con más tiempo, hablaré más sobre el lugar- tuvo un buen sonido y buenos juegos de luces, ideal para el show que presentó la gran Florencia Lestani. Sigo diciendo, amo esos temas tan íntimos como melancólicos de esta artista.
Del lugar, es dable decir que es uno de esos pocos lugares que insiste, en esta ciudad tan lamentable -la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Capital Federal, Buenos Aires, como quieran llamarla-, en ser un "espacio para el desarrollo de una intelectualidad crítica, con orientación anticapitalista, afirmada en los principios y valores de la cooperación", según rezan en su presentación web. En la patria macrista que se avecina... ¡ay!

EL SHOW

La novedad principal de este recital fue la presencia de Rodrigo Guerra como guitarrista de la banda, sumada a los conocidos Kabusacki, Herbín, Rocca y Ravioli.
El show empezó con Flopa y Rodrigo Guerra tocando los temas de su disco Dulce Fuerte Grave, de una forma más acorde a cómo suenan en el disco (compacto ;)). Comparado a la electricidad que mostró la artista en los shows de Thelonius Club y El Nacional (el de este lugar, uno de los mejores recitales de rock que vi en mi vida, y he ido a muchos), fue un concierto bastante más íntimo en su sonido, menos rockero que aquellos. A mí, que me emociona con igual fuerza el rasgueo de una chacarera de Leocadio del Carmen Torres que los riff rocanroleros de Jimmy Page, no me molestó, pero a mi parecer, bajó los decibeles de forma bastante abrupta. Y sea por el lugar que da un tono más de contemplación del artista que de compenetrarse con él, o por este mismo tono recatado de su único disco, el caso es que el público escuchó el recital como si vieran un documental de Infinito en el living de su casa.

Los temas, como siempre, tienen una fuerza y una melancolía que creo que pueden sobrevivir aún a un artista malo. Porque aunque parciales, la mirada que expone Flopa en sus canciones es tan exacta (como en Germinar, donde habla sobre algo que se rompe de manera definitiva y uno se dice -queriendo parecer fuerte- que no, que no molesta, que no jode, que ya fue, pero que en realidad, es mentira que no duele la ilusión que se termina).

Y Flopa, que usa las canciones como forma de exorcizar sus demonios (y que mi amiga Asokita seguramente no aprobará ;), tiene en sí una figura melancólica, aunque ella seguramente odiará esta asociación. No sé. Tal vez viene de cierta idea mía de que insistir en una temática de desesperanza y amargura es darse mala manija. Yo soy ejemplo de eso, pero también sé que simplemente intentando con fuerza (intentando en serio, es decir, no dejándose uno bajonear por una caída ni por dos ni por tres ni por diez, sino siempre apostando por estar mejor) se puede uno sentir bien, y sobrellevar de buena manera los momentos aciagos.

Después siguió un puñado de canciones con Rodrigo Guerra desde la guitarra eléctrica y Juan Ravioli en piano, hasta que las canciones finales las hizo con el resto de los músicos convocados esa noche, con Kabusacki en guitarra eléctrica y sintetizada, sin Rodrigo Guerra durante unos temas, para terminar integrándose a la banda para las tres o cuatro canciones finales, con Lucas Herbín en batería (me sigue gustando muchísimo como toca ese muchacho su instrumento, tanto cuando tiene que agregar timbres suaves a las baladas, como cuando hay que darle fuerte al parche para tocar temas más cercanos al rock), Marcos Rocca en bajo, y el citado Juan Ravioli.

Para mí, sigue siendo el mejor sonido que consigue Flopa, canciones personales y profundas, pero tocadas como si en lugar del susurro en que suenan en el disco, necesitaran gritarse, aunque sin elevar la voz.

Suena extraño, pero así se escucha a Flopa cuando le da más potencia a sus canciones. Como alguien que, de tanto fuerza que le pone a sus temas, en lugar de manifestarse en un sonido violento, va más allá, como pasa cuando se supera el límite de la misma fuerza (como la dinamita, que al tener un poder limitado, sólo puede expresarse como un acto violento), y se acerca a una energía más pronta a la esencia del ser mismo, una energía que gira en torno al infinito, y como ella, se manifiesta en levedad, en ingravidad.

Para el final, cuando ya los músicos se retiraron y se aprestaron a volver a sus hogares -eran cerca de las 2 de la mañana-, apareció Flopa para interpretar tres temas, sola con su guitarra. Y no me canso de decirlo, es una gran guitarrista.

Y demostró, además, un gran respeto a su público, que había colmado esa pequeña sala sólo para verla, y salió a regalarnos esas canciones.

Otra vez, me lamento no haber llevado la cámara de fotos, pero no faltará oportunidad. Mientras tanto, disfruten de sus canciones -esto es, compren su disco, jajaja... Sino, ¿de qué viven los músicos? Hay muchas disquerías, como Zivals o Miles, que tienen música no sólo de las grandes compañías, sino de las independientes, como Azione Artigionale o Indice Virgen, entre otras-.

Un saludo grande y gracias por leerme.

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