domingo, julio 10, 2011

FACUNDO CABRAL (1937 - 2011)



¿Qué habrá sido lo último que habrá pensado?
¿Qué habrá venido a su mente al ver venir el balazo asesinado? ¿Lo habrá podido ver, o su casi ceguera no le hizo dar cuenta de qué pasaba?
¿Habrá pensado en cubrir a su compañero de viaje?

De alguna manera, en un tipo tan espiritual, tan profundamente creyente, no extraña lo que se le sucedió: fue el único que murió, de muchos que podrían haber muerto en ese fatídico hecho. Como un cristiano auténtico, dio su vida, consciente o inconscientemente, y no creo que le hubiera molestado el resultado.

Él, con su cáncer de páncreas hoy, ayer, con una niñez de niño abandonado por su padre, de analfabetismo, de reformatorios, de encuentro con Perón y Evita y cambiar un destino de delincuente a otro muy distinto, luego del encuentro con un jesuita que le enseñó a leer y a escribir, al vagabundo que le recitó el Sermón de la Montaña, había aceptado su muerte, la desaparición de su cuerpo físico.

Tal vez fue una liberación para él, y seguramente está mejor ahora que anteayer. Ya no hay dolor, quizá ahora tiene una visión plena de lo que fue su existencia, del sentido de la misma.

Hay dolor, claro, es alguien que le ha dado a uno la sensación de un compañero de camino aunque nunca haya uno estado con él. Porque con el dolor de su muerte, que le encuentra a él como a tantos otros, como a algunos, le encontró, estoy seguro, reconciliado desde hace mucho consigo mismo, sereno con su vida, sabiendo que habiendo encontrado a Dios, poco más tenía para hacer excepto hacer lo que hizo, predicarlo a través de canciones sencillas, no olvidar su origen humilde, que el de arriba lo rescató porque quiso y a su manera, supo ser agradecido.

Así como nosotros, quienes lo admiramos y lo escuchamos, fuimos y somos agradecidos de su existencia, de lo que nos brindó a través de su arte y de sus experiencias de vida.

Adiós, Facundo. Hubiéramos deseado que vivieras mucho tiempo más, pero creo profundamente que cuando a uno le llega su momento, no hay vuelta atrás. Lo hubiera agarrado en Guatemala, en Manila, en el planeta Venus o atropellado por un auto en Buenos Aires.

Y dicen que cuando uno ya dio todo lo que tenía para dar, sólo le queda dar lo último que le queda, que es la propia.

Que en paz descanses.

PD: Ayer, cuando pergeñé una primera versión de este post a la mañana (y que no publiqué porque justo a blogger se le ocurrió andar mál), me orientaba hacia lo que significaba para mí Facundo Cabral, cómo me acompañó a través de los años.
Durante el día de ayer, vi fotos de él muerto, y me quedé preguntando esas cosas que expuse más arriba.